martes, 9 de junio de 2015

II Cárceles

N unca pensé que en Nicaragua hiciera tanto frío. Tampoco tenía pensado venir a la Cárcel Modelo de Managua. Pero las cosas no siempre salen como uno quiere. 

Con el paso de los días se llega a perder la noción del tiempo. Mis únicos contactos con el mundo exterior se reducen a un par de visitas de la autoridad consular. Sin embargo, mi cabeza no quiere olvidar que mi vida está fuera de estas sucias paredes rematadas por una concertina oxidada. 

Las noches son terribles. Todavía no puedo permitirme pagar por una hamaca y tengo que dormir en el suelo. 

Nunca olvidaré la primera noche que pasé aquí. No me atreví a cerrar los ojos por miedo a no volver a despertar. El hacinamiento, las ratas que corretean impunemente, los golpes de porra en los barrotes, y el frío, te marcan cada noche, me recuerdan quién soy, qué he hecho y cómo debo pagar mi deuda con la sociedad. 

De vez en cuando suena un tiroteo, las bandas ajustan cuentas. A la mañana siguiente aparece un puñado de cadáveres, pero eso no es noticia. Los cuerpos yacen en el patio durante horas. Ni los funcionarios ni los reos mostramos interés. Son cosas que pasan en la Modelo. A mí me aterroriza. Me siento culpable por no haber podido evitar que, noche tras noche, los jóvenes de alguna "mara" rieguen los pasillos de la Modelo con su sangre. Son niños que juegan a ser soldados para matar el aburrimiento de la Modelo. Sin embargo la Modelo no es para los niños, no perdona, nunca lo ha hecho. 

El hambre también ataca durante la noche. Yaciendo en el suelo, tumbado sobre un par de mantas, el cuerpo me recuerda que no he comido hoy. Se acabó la comida antes de poder llegar con mi plato. Los primeros días no me podía acercar a los bidones donde repartían comida, los nervios y ese olor nauseabundo que invade todos rincones de la Modelo me cerraba el estómago. 

Después llegó el hambre, pero no ese hambre de gula que había sentido fuera, era hambre con todas sus letras, una sensación que llegaba a apoderarse del control del cuerpo. Acabé peleando como todos por un mísero plato de puré al día. Y por las noches siempre aparece para recordarte que estás en la Modelo, para impedir que no escapes de estos muros ni en sueños. 

Mi hogar está muy lejos de acá. Aquí no hay amigos, ayer no crucé una palabra con nadie, pese a estar siempre rodeado de gente, la sensación que tengo es de soledad. Oigo fundidos en una continua melodía los ronquidos de cientos de hombres, pero me siento solo,abandonado, aislado. La Modelo te consume poco a poco. 

Despunta el alba acá en la Modelo, sin embargo, la luz del sol no es capaz de disipar las sombras del miedo. 


Nota: El relato es ficticio, es más, Nicaragua es de los pocos países de Centroamérica donde las "maras" no han tomado el control de los recintos penitenciarios. Las fotos con el Lago Managua (Xolotlán) son bonitas, tranquilas, justo al contrario que en el relato. ¡Un saludo nicas!

Pd: Para leer la apuesta por la reinserción que hace Migue pasad por el siguiente enlace:

http://thenewyoungtimesspain.blogspot.com.es/2015/06/carceles.html?m=0

2 comentarios:

Michael Expensive dijo...

Santo cielo Juan. Estas bien? Se esta gusto en la carcel? necesitas ayuda?

Juanvi dijo...

Pues..., en esa en concreto nada más que regular.

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